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Tradicionalmente se
ha entendido la ingeniería como la aplicación de los conocimientos
científicos a la industria en cualquiera de sus facetas. Aunque el
lector no considere la informática o la genética como industrias puras,
al menos estará de acuerdo en clasificarlas en el saco de las
ingenierías. Incluso habrá oído hablar de ingeniería social sin
escandalizarse demasiado. Pero, ¿hasta qué punto es atrevido hablar de
ingeniería literaria?
El diccionario nos muestra como acepción de ingenio las "facultades poéticas y creadoras". Descubrimos así que existe un vínculo entre la ingeniería y la literatura a través del ingenio. Sin duda, una característica común a escritores e ingenieros es la capacidad de crear, de inventar, en definitiva, de usar su ingenio. Tras esta reflexión, el lector quizá no vea tan descabellada la idea de hablar de ingeniería literaria, pero aún considerará extremadamente separados el mundo de la tecnología y las matemáticas del mundo de la literatura y los sentimientos. Parémonos aquí de nuevo. Si pensamos en una composición literaria tradicional como es un soneto, nadie discutirá que se trata de un tipo de poema capaz de transmitir un altísimo lirismo. ¿Y qué es un soneto realmente? Sigue una estructura de rimas y ritmos tan rigurosa como la de una demostración matemática. De hecho, es necesario ayudarse de las matemáticas para construir un soneto: contar sílabas, medir los versos, cuadrar el ritmo, respetar la rima... La definición de literatura como "arte que emplea como instrumento la palabra" es tan general como si decimos de un ingeniero "individuo que emplea como instrumento el conocimiento científico". Esta sección de ingeniería literaria tiene el objetivo de explicar cómo emplear el instrumento de la palabra para crear literatura. Pretende disipar la aureola que a veces suponemos alrededor de los escritores al considerarlos como pensadores elevadísimos con una capacidad innata para domar las palabras. Veremos que la inspiración no es un estado excepcional que nos aborda por sorpresa, que existen métodos concretos, casi científicos, sin magia ni musas de por medio, para generar ideas. Estudiaremos las diferencias principales entre un cuento y una novela basándonos en la disposición de la información dentro del texto, dejando de lado la típica receta de "si es largo es novela y si es corto es cuento". Construiremos nuestra propia "caja de herramientas literarias" para utilizar siempre que nos enfrentemos a un papel en blanco. Aprenderemos cómo ser originales en nuestros textos breves y cómo mantener la atención del lector en los más extensos. También jugaremos, haremos malabarismos con las palabras y transgrediremos alguna que otra norma de la Real Academia, porque la única ley para nosotros será comunicarnos con los lectores. Y para todo esto nos ayudaremos de las matemáticas que, al fin y al cabo, conforman la batería de recursos más potente de los humanos para entender la realidad. En definitiva, a lo largo de esta sección, nos convertiremos en verdaderos ingenieros literarios. José Tomás Romero La Hoja Azul en Blanco nº 1, invierno 2002-2003 | |
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