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Ingeniería literaria 4: Inmersión
En las entregas anteriores de "ingeniería literaria" vimos algunos aspectos básicos acerca de la información en un texto literario. Aunque todavía queda mucho que contar sobre ese tema, hacemos ahora un paréntesis para explicar un nuevo concepto: la inmersión.

Entendemos como inmersión la acción del lector de introducirse en su lectura. La inmersión hace que el lector ignore su situación real. Por eso nos encontramos a menudo personas totalmente entregadas a un libro en lugares como el metro, el autobús o la propia calle.

Desde luego, la inmersión también se produce al ver una película o al escuchar una conversación. Espectador, interlocutor o lector atenderán y centrarán toda su atención si lo que reciben es interesante. Más adelante nos ocuparemos en "ingeniería literaria" de cómo hacer que un texto resulte interesante. Por ahora, vamos a suponer que hemos conseguido una inmersión inicial del lector en nuestro texto. ¿Qué cosas básicas debemos tener en cuenta para evitar que esta inmersión se interrumpa?

Un lector es capaz de introducirse en cualquier mundo que le planteemos, ya sea realista o extremadamente fantástico. Por eso el peligro de que pierda la concentración puede venir, más que de la historia que se está contando, de cómo se cuenta. A continuación sugerimos algunos consejos:

  • El trabajo del narrador debe ser como el de un árbitro: mejor cuanto más desapercibido pase. No debemos caer en el error de demostrar nuestras proezas narrativas en cada renglón. A los lectores les interesa lo que se cuenta. Un narrador cargado no es un buen narrador, sólo vanidad del escritor. El buen hacer del escritor, la riqueza de puntos de vista, el uso de distintos narradores, los paralelismos y todas las florituras sólo deben notarse si el lector las busca adrede, si analiza el texto con esa intención.
  • Las oraciones complicadas suelen desorientar al lector (y esta es una manera muy cruel de sacarle de su inmersión). Cuando escribimos, tendemos a subordinar o coordinar una oración tras otra. Así, suelen resultar varios renglones sin un solo punto que permita respirar. Esta es la manera más sencilla de escribir, pero la más difícil de entender para el lector. Aunque la escritura se hace más complicada, es aconsejable utilizar mayoría de oraciones cortas.
  • Las faltas de ortografía son capaces de transportar al lector de un mundo de ficción a la realidad del metro, del autobús o de su casa en un santiamén. Una falta de ortografía es un guante de boxeo agazapado, con un resorte que saltará si el lector la descubre. Es imprescindible repasar los textos. Aunque el corrector ortográfico de los ordenadores es una buena ayuda, debemos supervisarlo porque a veces fallan. En caso de duda, un diccionario es lo más fiable.

En general, debemos evitar cualquier situación en el texto que haga que el lector tome conciencia de su realidad y deje de atender a la historia que le contamos. Es interesante que nos fijemos en esto cuando leemos, para evitar la interrupción de la inmersión en nuestras obras. Así, podríamos elaborar una lista de "cosas que evitar” en la que incluir los consejos expuestos anteriormente junto con otros que aprendamos de nuestra propia experiencia como lectores.

José Tomás Romero
La Hoja Azul en Blanco nº 4, otoño 2004
Categoría: Ingeniería literaria | Ha añadido: Joseto (2010-01-02)
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